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Desde hace más de 20 años, la comunidad científica internacional trabaja en la búsqueda de soluciones para evitar y erradicar el Virus de Imunodeficiencia Humana (VIH).
Si bien se tiene esperanza en la proximidad de tal evento, todavía ninguna institución ha estremecido al mundo poniendo sobre el tapete un benéfico compuesto.
Mientras, la prevención ha venido ganando adeptos como única y eficiente vía para contrarrestar a una de las pandemias de mayor costo humano.
En tal sentido, en 1985 Cuba puso en marcha el Programa de Control y Prevención del VIH/SIDA, al detectarse los primeros casos.
Insertada dentro del mismo, la atención materno-infantil ha dado pasos agigantados en la disminución del contagio del niño durante el embarazo, el parto y la lactancia.
Perpetuando la maternidad: las medidas
Los estudios iniciales sobre el mencionado germen daban como resultado que la sangre, el líquido preseminal, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna constituían los fluidos corporales capaces de llevarlo de una persona a otra.
Tal realidad hacía que los descendientes de parejas o madres seropositivas corrieran un enorme riesgo durante todo el proceso del parto y el momento del nacimiento, pues el bebé se expone a la mayoría de estos líquidos durante estas etapas.
Ante tal hecho se hacía indispensable protegerlo del riesgo de infección.
La primera norma promovida en la Isla fue sustituir la leche materna por otros nutrientes. Para muchos una acción sencilla, pero de gran costo emocional para un número de mujeres que la asumen como uno de los momentos más hermosos y enriquecedores en la larga carrera de ser madre.
Otras precauciones se agregaron a medida que se incrementaba el nivel de información sobre el citado microorganismo.
La mitad de las personas que viven con el VIH en todo el mundo son mujeres. Según cálculos, solo en África subsahariana 60 por ciento de la población femenina es sero-positivo.
Expertos aseguran que existe una creciente feminización de la epidemia como consecuencia de las desigualdades culturales, sociales, económicas y jurídicas, las cuales exponen a las mujeres y las niñas a un mayor riesgo de infección. Es necesario recordar que las características biológicas propias de la mujer la hacen significativamente más vulnerable ante un coito de riesgo o desprotegido. A su vez, el semen puede permanecer en la vagina hasta 72 horas y contiene más cantidad de virus que las secreciones vaginales. |
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