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(Publicado en 2008)
En la cinta cubana “El cuerno de la abundancia”, de Juan Carlos Tabío, un personaje femenino convoca toda su sagacidad para seducir al codiciado objeto de su deseo durante una función cinematográfica.
El perverso montaje se aventura a alternar el “criollo” ritual de la seducción con algunos de los fotogramas que desfilan por la pantalla grande. Se trata de una secuencia de “Lucía”, específicamente el cuento que se desarrolla en 1895. En dichas imágenes la mujer decimonónica se resiste teatralmente a entregar su cuerpo al amante español.
El patetismo de su rostro contrasta significativamente con la determinación de la joven, que en la actualidad, trata de meterle a su acompañante una cubanísima “cañona” en plena sala de proyección, mientras este se resiste pudoroso.
De un extremo a otro se describe un arco que nos habla de la transformación moral de una sociedad. Simultáneamente, se perpetúa el diálogo con un legado estético hasta ayer homenajeado de manera ciega, pero al cual se le convoca hoy con mucha más irreverencia.
En otro sentido, el siempre sorprendente Pavel Giroud se apresta en “Omerta” a rescatar aquellos personajes incapacitados para integrarse al discurso revolucionario, fósiles vivientes que no encuentran espacio dentro de la naciente sociedad, empeñados como están en conservar intactos sus afectos con el pasado que los vio “florecer”.
Su ex guardaespaldas de un mafioso insertado en La Habana de los años 60 de la pasada centuria, mantiene cierta afinidad con “Los sobrevivientes”, de Titón, o el Hipólito de “Las doce sillas”, aunque la mirada del director sobre su protagonista tendrá otros matices. La operatoria estética de Giroud establecerá, asimismo, una marcada distancia de nuestro glorioso legado cinematográfico.
De esta forma, el pretérito y el presente de nuestro cine continúan marchando de la mano, aunque sin traicionar el espíritu de búsqueda y ruptura con lo anquilosado, que ha caracterizado siempre a sus principales artífices.
Las figuras consagradas del séptimo arte insular, junto a los talentos que llegan, no parecen olvidar las enseñanzas del intelectual Alfredo Guevara, quien en aquellos años en los cuales comenzó a consolidarse el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos, sentenció:
“No hay vida adulta sin herejía sistemática, sin el compromiso de correr todos los riesgos. Y es por eso que esa actitud ante la vida, ante el mundo, supone una aventura, y la posibilidad del fracaso. Pero es también la única verdadera oportunidad de acercarse a la verdad en cualquiera de sus aristas”.
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